jueves, 1 de mayo de 2014

La mirada perdida.

Despertar con  la sombra vaga de un recuerdo trágico y perdido.
Despertar luego de que los gritos dieron paso a los gemidos y suspiros ahogados fugándose en el aire.
Despertar luego la adrenalina que nos invadió en el mutuo abrazo final de los amantes.

Nota de autor: Entra para seguir con el poema.



Todavía siento las manos húmedas luego de tocarte a mi manera.
Todavía siento los labios húmedos tras el beso mortal y a la fuerza.
Dichos sentires se irán pronto pero lo que no se irá será el sentir de tu cuerpo acostado junto al mío, en esta cama carmesí, en esta casa ajena.

Te arrimo a mí, te abrazo pero te siento tan distante, ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Qué sucede?
No me hablas… Ni te mueves, te siento fría, te siento ausente.
Cierro los ojos intentando ignorar el dolor que me produce tu alejamiento silencioso e inerte.

Te volteo para ver tu rostro y confrontarte, preguntar el por qué estás así.
Pero tus ojos me observan y  a la vez no con tu mirada grotesca y penetrante.
Siento que me rechazas con tu silencio, con tu ausencia, con tus ganas de no estar cerca.

Beso tus labios gélidos e intactos, llenos de vacío como nuestras conversaciones pasadas, todas sin sentido.
Y vuelvo la mirada a tus ojos blancuzcos e inexpresivos y sonrío, como si nada hubiera pasado, como si todo estuviera tranquilo.
Vuelvo a besar tus labios fríos e intactos mientras acaricio tu vientre acuchillado, duro y frío.

Mi mano baja lentamente de tu vientre a entre tus piernas e introduzco mis dedos en tu sexo frío y ya nada blando pero No haces ninguna expresión, como siempre: Sólo me miras.

Me subo sobre ti y comienzo hacerte el amor mientras lloro sin saber por qué, mientras lloro sin sentido. Eres mía ahora, más que antes, me perteneces… Aún después de la muerte. 

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